domingo, 21 de octubre de 2018

SÁBADO CON AMIGOS (NUEVE: ADA INÉS LERNER)



La cima del Ku'minet
Sergio Gaut vel Hartman & Ada Inés Lerner

Cuando terminé de subir la cuesta me quedé abrazada a la roca que los nativos llaman Ju'lu, pero comprendí que ese instante maravilloso no podía ser eterno, que tenía que desplazarme, dejar que otros recibieran el don. 
—Si no somos capaces de centrar el pensamiento y las emociones en el lugar que corresponde —dijo Filander—, pronto percibiremos una extrema vulnerabilidad, una perturbación abrumadora, un mortal disgusto. —Me reí. Siempre tan filosófico, Filander. No obstante, el físico no era el único que pensaba así. Monis Gurjo, la exobióloga, me miró despectivamente y soltó todo el veneno de golpe. 
—Hay personas que no comprenden (o no pueden hacerlo por puro egoísmo) que si no se tiene cuidado de su particular sistematicidad, a estas criaturas les llegaría un conjunto de signos caóticos e inapreciables. 
—¿Es para que haga tanta alharaca, doctora Gurjo? —Ya me estaba fastidiando.
—Les preocupa poco la otredad —siguió ella, sin registrarme— el origen, el cómo y el por qué sus actitudes y enfermedades afectan al medio ambiente y a las criaturas indefensas en el universo. Estos exosistemas son y se sienten vulnerables, perturbados, ¿no lo entiende? Estas indefensas criaturas corren peligro mortal. 
—O sea que para usted, doctora Gurjo, yo soy una asesina, una egocéntrica, en fin, un ser despreciable. Y yo le digo que soy un ser humano, una criatura de Dios, a la que Ju'lu ha bendecido; me percaté al instante de mí supuesto “error”, por lo que usted me juzga sin derecho alguno.
—La filosofía —intervino oportunamente Filander— asegura que el hombre está determinado por leyes universales que lo condicionan mediante la ley de la preservación de la vida. —Y agregó—: Dejemos a Ju'lu y sus dones y descendamos de la cima del Ku'minet antes de que anochezca.
Lo que ninguno de nosotros sabía y solo averiguaríamos cuando ya fuera demasiado tarde, era que el supuesto don con el que Ju'lu nos había bendecido era una suerte de condimento, una forma de adobarnos para el pantagruélico festín que las indefensas criaturas en peligro mortal pensaban darse a nuestras expensas.

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